Villasís-Portaceli: cien años de educación en compañía de Jesús
TEXTO; ÁNGEL PÉREZ GUERRA FOTOS: NIEVES SANZEl pasado día 30 de mayo, festividad de San Fernando, le fue entregada la medalla de la ciudad al colegio Portaceli, toda una institución en Sevilla y que

TEXTO; ÁNGEL PÉREZ GUERRA FOTOS: NIEVES SANZ
El pasado día 30 de mayo, festividad de San Fernando, le fue entregada la medalla de la ciudad al colegio Portaceli, toda una institución en Sevilla y que acaba de cumplir su primer centenario. En su representación, María Luisa Trujillo, directora titular, recogió la insignia en el transcurso de una solemne ceremonia. La formación integral ha sido la divisa tradicional de este centro desde que naciera en Villasís. Numerosas generaciones de sevillanos han pasado por las aulas de los jesuitas, lo cual les daba un marchamo inconfundible en la sociedad sevillana. Ahora, el Portaceli afronta la «expansión por abajo»; es decir, la construcción de aulas para Educación Infantil.
A la hora de hablar sobre la vinculación de los jesuitas con la educación de los sevillanos habría que retrotraerse hasta 1554, cuando se comienza a dar enseñanza en el colegio de San Hermenegildo, referido por Cervantes en «El coloquio de los perros». Durante dos siglos ininterrumpidos, más de mil alumnos externos cada año asistían a sus clases en dicho centro.
Pero si hay una constante en la institución docente de la Compañía de Jesús, al menos en Sevilla, es el de la persecución y la resistencia subsiguiente. Ya la pragmática de Carlos III de 2 de abril de 1767 disponía el cierre de todos sus centros. Aunque el Papa Pío VII restableció la Compañía el 24 de septiembre de 1814, los jesuitas tuvieron que hacer frente a sucesivas expulsiones en 1820, 1835 y 1868. La tenacidad ignaciana hizo posible que en 1871 se fundara un colegio en la calle Argote de Molina. Pero sólo once años después, profesores, enseres y su gran biblioteca pasan a Málaga, donde se acababa de abrir el internado de El Palo.
No obstante todo ello, la verdadera historia y su prodigiosa continuidad contra viento y marea de este colegio empieza el 4 de octubre de1905, cuando el cardenal Spínola preside la apertura del curso del colegio Inmaculado Corazón de María en el antiguo y vetusto palacio de los Marqueses de Villasís. Los promotores de aquella obra docente fueron el padre Tarín, con fama de santidad, y el padre Sánchez Prieto, que había sido prefecto del colegio de Argote de Molina. Tres sacerdotes, cinco jóvenes maestros y cuatro hermanos coadjutores se ocupaban de instruir y formar a un centenar de alumnos. La contribución de numerosos donantes hizo posible esta apertura y la adquisición de casas colindantes, de modo que se configuró el mismo edificio que llegaría hasta 1950 y que sería derribado diez años después.
La segunda y accidentada etapa del colegio de los jesuitas tuvo lugar en un caserón propio de la calle Pajaritos. Allí se enseñó en la clandestinidad, después de que las autoridades republicanas ordenasen el cierre de Villasís, en enero de 1932. Durante dos meses las clases se dieron en la Academia Politécnica Sevillana, y los cultos en la iglesia de San Martín. En un esfuerzo heroico, se pudo salvar el curso, gracias a que los profesores seglares siguieron con la tarea desde abril en el citado inmueble de Pajaritos, haciéndose cargo de la dirección, con la ayuda de los antiguos alumnos y de los padres. Sólo una familia retiró a su hijo. Se le cambió ligeramente el nombre -Sagrado Corazón de María-, los jesuitas, de paisano, se fueron a vivir a casas de particulares cercanas al colegio para ir sustituyendo a los profesores. Sólo al término de la Guerra Civil pudo volver el colegio a Villasís, en cuyo patio central se celebraron nuevamente las misas de apertura y la proclamación de dignidades.
Comienza entonces una época de florecimiento para el colegio, que lleva a plantearse el traslado a la Huerta del Rey, enclave del antiguo convento dominico de Portaceli, unos terrenos que los jesuitas habían adquirido en 1919 y donde practicaba los deportes el alumnado del centro. Aunque el proyecto inicial era más ambicioso, lo cierto es que los jesuitas consiguieron también esta vez su empeño. El cardenal Segura bendijo en 1950 la primera piedra del conjunto formado por cuatro pabellones de aulas, uno de enlace, otro de fachada y la iglesia adyacente, que sigue hoy constituyendo la estructura del colegio de Portaceli. Durante estos últimos cincuenta años, la vida cotidiana se ha renovado permanentemente. En 1972 se admiten niñas. En 1985, se acoge al concierto educativo que prescribe la Lode. En 1998, la Compañía de Jesús transfiere la titularidad del colegio a la Fundación Loyola.
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