En Vídeo
En imágenes
Noticias relacionadas
Enlaces
Pep Guardiola mantiene el hechizo, feliz en cada visita al Santiago Bernabéu desde que es quien es en el Barcelona. En su sexta visita al feudo blanco, obsequió con otra lección, exclusivo en su manera de entender el fútbol, capaz de recapacitar cuando la situación exige un cambio en el guión. En 23 segundos, su equipo patinó de forma estrepitosa por culpa de la mala pata de Valdés, horrible con las botas. Su idea, sin embargo, es innegociable y cumplió la promesa con su apuesta ofensiva. Ha ganado cuatro encuentros y ha empatado dos, un azote para el madridismo y para Mourinho —el portugués sólo le ha superado dos ocasiones, en la final de Copa y con el Inter de Milán—. Desde su pizarra, imprevisible porque tiene mil recursos, catapultó al Barcelona en el clásico.
Porterías. Casillas recibió tres goles, pero más desastrosa fue la actuación de Valdés. El portero azulgrana regaló el tanto del Real Madrid con una entrega desastrosa y transmitió inseguridad, aunque a su favor hay que decir que nunca se escondió. Luego apenas tuvo que intervenir más allá de algún disparó aislado de Cristiano Ronaldo que despejó con los puños. Casillas, por su parte, estuvo vendido en los tres goles y se desgañitó en el segundo acto reclamando ayudas y más trabajo a los hombres de arriba. La suerte le dio la espalda con el tanto de Xavi, pues el disparo del cerebro catalán golpeó en Marcelo y quedó descolocado.
Defensas. La del Madrid estuvo desbordada a partir de la media hora, incapaz de controlar las embestidas visitantes. Coentrao no funcionó nunca en el lateral derecho y Marcelo perdió el rigor táctico. Lo mejor fue Ramos en el centro. Pepe volvió a ofrecer su imagen acelerada y se metió en todos los roces. En el Barcelona, otra innovación de Guardiola. En un periquete cambió el panorama por el arranque efervescente del Madrid y el técnico volvió a apostar por una defensa de tres que resolvió muy bien cualquier escollo. Con Alves suelto, tan presente atrás como en el ataque, Puyol, Piqué y Abidal se triplicaron pese al riesgo. Los dos primeros fueron de menos a más —muy bravo el capitán al final— y dan vida a una estadística impresionante: de los 56 partidos en los que ambos han sido titulares, nunca han perdido.
Centro del campo. El Madrid dio un paso atrás precisamente porque renunció a la creación. El balón casi nunca pasó por Xabi Alonso y fueron los centrales los encargados de sacarlo. El Barcelona se benefició y por ahí llegó la evidente superioridad, pues Busquets fue ganando espacio y Xavi, aunque tenía que bajar demasiado, se activó cuando llegó el empate. Fue mejor el segundo tiempo cuando Iniesta y Cesc se intercambiaron las posiciones y el manchego retrasó su posición. En el Madrid, Ozil y Di María se fueron diluyendo poco a poco.
Delanteros. Por cuestión de acierto, esa línea fue claramente del Barcelona. Impecable el plan de Iniesta con Alexis como falso «9», un incordio para los centrales blancos. Messi, sin firmar su mejor actuación, desniveló el pulso. En el Madrid, Benzema estuvo demasiado solo, muy digno su papel porque más allá del gol se desfondó en una lucha sin tregua por recuperar pelotas. Cristiano Ronaldo esta vez estuvo desafortunado, fallón en ocasiones que no acostumbra a desperdiciar, obcecado en varias ocasiones sin levantar la cabeza cuando la mejor opción era mirar al lado.







