La Gorda de CalatravaLa Gorda de Calatrava: «A falta de amor, otra cerveza por favor»

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«Aquí se puede disfrutar de una cocina popular maqueada con un toque de modernidad»

Si el buen aficionado a la barra y banquetilla (al tapeo culinario, que no al alterne) es buen observador, se habrá dado cuenta de la evolución de la nueva gastronomía sevillana de unos años para acá. A la profusión inicial de los Calleja de mandilón negro y ceja alta con sus cuentos del alfajor de la cocina molecular y la deconstrucción del “poraquitequierovermaribel” del gastrobar moderno, le están sucediendo los bares con comida masticable, disfrutable y hasta asequible.

Al final el público manda y el personal, en su mayoría, no tiene un pase en materia de fugaces estrellas “michelinescas”. Están triunfando, o al menos sobreviviendo, los que han encontrado un justo equilibrio entre lo moderno y lo añejo. Y en la humilde opinión de este malaje cronista tabernario, ésa y no otra es la clave del éxito de las nuevas aperturas hosteleras.

Un nuevo caso de todo lo escrito anteriormente es esta Gorda de la calle Calatrava. Vienen de Cádiz, donde el truqui del similitruqui de la tapa del “bulli” no cuela y el público hispalense les está dando la razón en forma de lleno diario. Con los debidos respetos, La Alameda no es Marbella y el personal aquí quiere calidad, novedad, comodidad y sobre todo moderación en la estocada final.

En La Gorda de Calatrava están en esa línea de la concepción de la gastronomía popular: Cruzcampo bien tirada, servicio atento y rápido, local ancho y menú de cocina popular maqueada para la ocasión con un toque de modernidad. Las papas bravas, huevo frito con patatas y jamón ibérico, macarrones con salsa de champiñones, la cola de toro en salsa o el clásico -y más que bueno- filete ruso con salsa de almendras, hablan a las claras de la intención de su comanda. De esos sobreros gastronómicos que son los ahora llamados “fuera de carta” uno se queda con el atún a la plancha y su cocido de garbanzos, ideal para meter el cuerpo en caja en estos días de frío en el alma, como reza el título de esta crónica que es el lema del local. Hablando de atún, este cronista se ha comido aquí uno de los mejores tartares del barbateño pez que jamás probado haya. Fresco, jugoso, bien cortado y mejor marinado. Un placer. Quizás el secreto de su cocina, o uno de ellos, sea que esté en marcha todo el día desde por la mañana. Este menda desconfía de esos fogones que se apagan durante la tarde, sobre todo a la hora de la cena. A mediodía las mesas se ocupan de todo tipo de clientela, desde los que trabajan por las cercanías hasta alguna madre que acude con los niños desde el colegio a la actividad extraescolar. Y es que a veces es más rápido comer aquí que pasar por casa. Y además trae más cuenta.

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