En una memorable escena de esa joya del cine que es «El hombre que mató a Liberty Valance», de John Ford, James Stewart resume lo que son los Estados Unidos en una escueta pero contundente frase: «Puestos a elegir, los americanos preferimos la historia a la leyenda». Hagamos caso. Porque cuenta la leyenda que allá por el 67 dos músicos que pululaban por la escena folk-rock de Los Ángeles conducían por Sunset Boulevard.
Eran Stephen Stills y Richie Furay, y siempre según la leyenda se cuenta que vieron un coche de pompas fúnebres a cuyo volante estaba un canadiense de aspecto rudo. Aquel tipo se llamaba Neil Young y estaba a punto de nacer un grupo de poca vida (apenas dos años, entre 1967 y 1968) y tan sólo tres discos de producción. Pero qué discos y qué banda: Buffalo Springfield. Maceraban folk y country con psicodelia y hasta con sonidos más duros.
Lucha de egos
Fueron los únicos capaces de hacer sombra a los Byrds
Furay en compañía de otro artista de la zona, Jim Messina, dio vida a otra banda fenomenal, Poco, aunque ni Messina ni Furay se pasaron toda la vida en ella. La historia de la música pop se entreteje desde sus orígenes. Y en ella, afortunadamente, siempre prevalece la leyenda sobre la historia.