Entrevistas
Guía de la Feria:
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ISIDORO MORENO / ANTROPÓLOGO
“La Feria se desnaturalizaría si todas las casetas fueran libres”
AURORA FLÓREZ
En
su más de siglo y medio de existencia, uno de los cambios sociales
más importantes experimentados por la Feria ha sido su «democratización»,
un hito que el catedrático de Antropología de la Universidad
de Sevilla, Isidoro Moreno, sitúa en la década de los sesenta
del siglo XX.
La fuerte caracterización clasista que tuvo la Feria desde sus
orígenes, superado en apenas dos décadas su germen agroganadero,
comenzó a quebrarse cuando aún se celebraba en el Prado,
«a través de la creación de casetas de peñas
del Sevilla y del Betis, de asociaciones y de algunas hermandades, que
permitieron que mucha gente que no pertenecía a los estratos sociales
altos que hasta el momento se podían permitir casetas unifamiliares
accedieran a ellas. Hasta esas fechas había dos tipos de gentes;
las que podían vivir la Feria y quienes miraban a los que vivían
la Feria».
No obstante, subraya el antropólogo, aunque «algunos símbolos
puedan seguir evocando la época en la que había un mayor
elitismo, estos han pasado a ser utilizados por muchas capas sociales.
Un ejemplo evidente son el caballo y el coche, signos elitistas tradicionales,
que se mantienen, pero gran parte de los que pasean actualmente por el
real son alquilados. Lo que significa que poder hacer ostentación
del símbolo, que permanece, se ha ampliado».
Para Isidoro Moreno, «la Feria es un reflejo de las desigualdades
sociales que existen en la ciudad, además de representar la fuerte
segmentación, no estrictamente en el sentido clasista, de los distintos
grupos. En la sociedad sevillana —dice— es muy difícil
integrarse y eso sucede también en la Feria». No obstante,
para el antropólogo, «no es criticable que los espacios,
las casetas, no sean de entrada libre, porque son la trasposición
de las casas. Si alguien considera que todas las casetas deberían
ser de libre entrada, tendría que inventarse otra fiesta diferente,
porque eso desnaturalizaría la Feria. Aunque esto no quiere decir
que no deban ampliarse las casetas de entrada libre, en la Feria el espacio
privado es fundamental, y eso no puede tener cambios demasiado grandes.
En cualquier caso, el aspecto que ha democratizado la Feria no es que
haya más sitios de libre entrada, sino que más gente tenga
un lugar compartido».
El catedrático asegura que nunca recomienda a sus amigos o conocidos
de fuera que vengan en la feria e incide en un aspecto común a
casi todas las fiestas locales del mundo indicando que «quienes
no pertenecen a las sociedades que organizan, viven y pagan sus fiestas
casi siempre son espectadores con muy pocas posibilidades de integrarse
en ellas».
En este sentido, Moreno distingue entre protagonistas y espectadores frente
a las fiestas, una característica que aparece marcada en grado
más que evidente en la Feria, que «para quienes no tengan
caseta o un hilo conductor que les permita entrar en los verdaderos espacios,
que son las casetas, adquiere el mismo papel que el de un turista que
visita una ciudad. Para quien no tiene posibilidad de vivir la Feria desde
dentro es, sin duda, un espectáculo colorista y muy impactante,
pero para cuyo conocimiento formal basta con un día». En
cualquier caso, una de las situaciones que personalmente más gustan
al antropólogo es «cuando la gente que va de una caseta a
otra se ve “incomodada” por los grupos que han hecho de la
calle su propio espacio, porque no tienen otro o porque los presuntos
espacios libres, las casetas de distrito, son poco más que grandes
naves donde tomar una cerveza, pero que evidentemente lo mismo podrían
existir en otro lugar que no fuera la Feria».
Otro de los aspectos que califican a la feria es la defensa por parte
de los puristas de una tradición que habría que resguardar
de agresiones exteriores y en este sentido, Moreno subraya que «en
esta ciudad, la mayoría de la gente invoca la tradición
para argumentar que las cosas sean como ellos desean, porque en Sevilla
hay mucha gente que disfruta considerándose guardián de
las tradiciones definidas por ellos mismos».
Para el antropólogo, «cuando se habla de tradición
habría que distinguir si se mantiene en las formas, en las funciones
o en los significados o en alguna de estas tres dimensiones independiente
o conjuntamente». «La invocación a la tradición
no es normalmente explicativa y se hace cuando no se llegan a tener otros
argumentos, y añade que suele considerarse que lo tradicional se
adscribe a determinadas épocas de juventud vividas e idealizadas».
Según Isidoro Moreno, «algunos de esos puristas normalmente
defienden la tradición en lo puramente formal, pero no señalan,
no denuncian o no se pronuncian con respecto a la toma de la Feria por
las élites de Madrid, sobre todo de negocio. El cambio de función
de la Feria consiste entonces en que en lugar de ser escenario de activación
de amistad y relaciones humanas sea un sitio de negocios, incluso subarrendando
casetas o cediéndolas a cambio de dinero. Es un fenómeno
que existe hoy y que a mí me parece grave porque es un cambio en
la función y en los significados, del que parece que no se han
enterado los que dicen que hay que defender lo tradicional».
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