Entrevistas
Guía de la Feria:
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La portada: de la Pasarela al Palacio de San Telmo
MARÍA JOSÉ CARMONA
Aunque
la Feria no es precisamente el sitio idóneo para consultar diccionarios,
el de la Real Academia de la Lengua recoge, en su quinta acepción, que
portada es el «frontispicio o cara principal». También el diccionario
de María Moliner contempla como primer significado que portada es la «fachada
principal de un edificio monumental. en particular de una iglesia, y más
aún de una catedral, donde está la puerta principal. Como tercera
opción da la de «frontispicio o frente de cualquier cosa».
En el diccionario aún ínédito de la Feria de Sevilla,
el término portada va intrínsicamente unido a la manifestación
festera más alegre de la ciudad. Es verdad que, en comparación
con otras celebraciones, la Feria es de las más modernas. Sin embargo,
tampoco es falso que para muchos sevillanos y foráneos que la han
hecho suya, entrar en la Feria es más que entrar en una catedral
y que, por tanto, las acepciones con las que los diccionarios describen
el sustantivo portada, viene al pelo y no porque el real sea, como contempla
Moliner, «cualquier cosa».
A pesar de la popularidad que ha alcanzado, la Feria no es una celebración
antigua. Sus 157 años de vida, comparados a los que cumplen la Semana Santa
o el Corpus parecen pocos. Aunque las ferias comerciales arrancan en Sevilla de
mano de los musulmanes, la Feria de abril, como ahora está documentada,
nace de la mano de José María Ybarra y Narciso Bonaplata. La amadrina
el Ayuntamiento al que ambos pertenecen en 1846, decretando su celebración,
un año después, la Reina Isabel II. La primera Feria que se desarrolló
en el Prado de San Sebastián contó con 19 casetas. Poco imaginaban
aquellos «padre de la Feria», que un siglo y tres años desepués,
en 1949, el elementos más señero del real no iban a ser ni el ganado
ni las casetas porque, aunque el espíritu mercantil de la fiesta sigue
vigente hoy en día, lo emblemático de la Feria sigue siendo la portada.
Es cierto que, por su emplazamiento, la portada en el Prado era la Pasarela,
pero cuando ésta despareció, en 1921, todos sus protagonistas
ya sabían que al real se puede entrar y salir por cualquiera de
sus calles; de otra manera, la Feria no tendría ni su carácter
abierto, ni su dimensión universal.
No en vano, la historia de Sevilla queda reflejada en sus portadas que,
por contra tienen carácter efímero y dejan de tener significado
cuando la fiesta concluye, excepción hecha de la Pasarela, que
sigue dando su nombre a la zona donde se ubicó, aunque sus restos
se vendieron a un chatarrero por 43.700 pesetas.
Las primeras portadas herederas de aquella permanente no tuvieron arcos
hasta mediados del siglo XX, y hasta 1966 solían tener referencias
de edificios camperos. A partir de entonces, la arquitectura civil se
hace presente en la portada que va ganando en tamaño y calidad
hasta que hace apenas 20 años empiezan a tener el carácter
«monumental» con el que ahora la conocemos. Parejo viene la
necesidad de dotar a la efímera estructura de anclajes de hormigón
que garantizarían su estabilidad.
Menos claro resulta ver en las actuales portadas los monumentos en los que se
inspiran, que en los últimos años han sido edificios muy conocidos
de la ciudad, como el Casino de la Exposición o las puertas desparecidas
de las murallas de la ciudad. Este año la portada que será atraverán
miles de sevillanos y foráneos, de 46 metros de altura, se inspira en el
palacio de San Telmo, actual sede de la Presidecia de la Junta de Andalucía,
anterior Seminario y antigua casa de los Montepensier.
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