Entrevistas
Guía de la Feria:
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MARÍA TERESA CAMPOS / PERIODISTA
“El real se ha convertido en un plató gigante de televisión al aire libre, da mucho juego”
JOSÉ Mª ARENZANA
Dice
que la primera vez que pisó la Feria de Sevilla fue de la mano
de una compañera de la radio, Pilar del Río, casada en la
actualidad con el Premio Nobel portugués José Saramago.
Con ella y un grupo de amigas, entre las que se encontraban casi siempre
las periodistas Carmen Rigalt, Lola Cintado o la ex senadora socialista
Amparo Rubiales, aprendió a disfrutar de la Feria de Sevilla en
la Caseta de las Mujeres de la calle Pepe Hillo. Cada vez que puede se
viene unos días a la Feria, pero, para no dejarse escapatoria y
no perdérsela, en los últimos años se autoexige hacer
un par de días su programa matinal desde Sevilla coincidiendo con
estas fechas: «Para nosotros ya es una obligación, casi una
tradición». De ese modo puede combinar en tiempo y forma
la pura diversión en la Feria con el trabajo.
Mitad periodista firme y de convicciones rigurosas, mitad personaje fungible
para ser devorado por las masas, por culpa o gracias a la TV, supongo
que pasear con la Campos por la Feria a estas alturas de su fama debe
de ser una mezcla entre hazaña prodigiosa y tormento oriental.
Me lo confirma ella, pero asegura llevarlo bien, o al menos comerse el
marrón con dignidad: «La verdad es que la gente sólo
quiere halagarte, darte un beso o abrazarte, pero algunas veces llega
un momento en que me da el ataque, porque sufro de claustrofobia y además
te creas enemigos innecesarios».
Por eso huye de las bullas cuanto puede y se refugia entre sus amigos
o prefiere pasear en coche de caballos: «Lo malo —dice—
es que ahora todo el mundo lleva una cámara de fotos o un teléfono
de esos y cada tres pasos te paran para hacerse un retrato contigo. Han
llegado incluso a ponerme un bebé entre los brazos yendo yo en
un coche de caballos en marcha. Pero, hombre, es que hay gente que se
vuelve loca... Y encima, si no les dices una palabra de cariño,
no lo entienden, claro».
Y para terminar de completar el panorama, están los cazadores de
la prensa rosa: «Bueno, no, a mí los paparazzi sólo
me persiguen en momentos puntuales», me dice, «si soy abuela,
si he roto con algún novio, si creen que me he hecho la cirugía
estética, si voy con Terelu o con mi nieta, si haces cosas que
venden...» O sea, ni a sol ni a sombra, vamos. «La verdad
es que me sacan más por ser la madre de Terelu que por ser María
Teresa Campos». Y con esa autoexcusa se libera un poco de la carga.
Curiosamente, los primeros trabajos de Campos en la tele estaban relacionados
con un elemento fundamental en la esencia de la Feria: los caballos. El
espacio lo presentaba Marisa Abad y se llamaba Estudio Directo: «Giraba
en torno a las carreras hípicas, pero jamás —afirma—
me ha interesado lo más mínimo esa historia, ni pienso aprender.
Prefiero disfrutar de los caballos viéndolos en la Feria».
Luego entró a trabajar con Jesús Hermida en Por la mañana,
al que acabaría sustituyendo al frente de dicho espacio. Ahí
inició su ascenso al firmamento histórico de la tele. Nada
de ello, sin embargo, le ha restado ganas de girar en esta noria de la
vida, ni de disfrutar de esa otra Feria incontrolable en la que a menudo
se han convertido ahora los programas de la tele: «En cierto modo,
la Feria se ha convertido en un plató gigante de TV, sólo
que al aire libre. A nosotros nos da mucho juego este espectáculo
para el programa. Ya me gustaría a mí poder hacerlo también
durante la Feria de Málaga, pero es que en esas fechas (el mes
de agosto) yo no suelo hacer programa...», dice.
Desde aquella primera vez que pisó la Feria de Sevilla, no detecta
que la cosa haya cambiado mucho y cree que la fiesta ha sabido mantener
lo esencial de su tradición, aunque piensa que cada vez se ve más
gente: «A mí lo que me gusta de la Feria es, sobre todo,
el paseo de caballos. No suelo ir por la noche. Y también los trajes
de gitana. Me encanta que el diseño de moda haya entrado en el
mundo de los trajes de flamenca, porque las calles se convierten en un
verdadero espectáculo».
A la Campos le seduce la idea de vestirse de gitana un par de días
al menos, sobre todo si le dejan a la nieta para pasearla por la Feria:
«Espero que me la dejen este año como otras veces»,
dice. Asegura que canta sevillanas cuando se tercia y que las escucha
a menudo en casa o en el coche. Y, aunque aprendió muy tarde, también
las baila: «A mí, lo que me enseñaron a bailar de
niña fueron malagueñas y verdiales, las sevillanas las aprendí
muy tarde, con María Rosa. Digamos que las bailo como para no hacer
el ridículo, que ya es bastante».
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