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MARIKO NOMURA / PROFESORA DE FRANCÉS EN TOKIO. FERIANTA INCONDICIONAL

«Al principio pensaba que estaba prohibido entrar sin traje de flamenca»

ALBERTO GARCÍA REYES

Que el flamenco gusta en Japón de forma desmesurada ya no es noticia. Sin embargo, los nipones todavía están en disposición de seguir sorprendiéndonos. Ya es bastante curioso que durante todo el año los teatros de Sevilla sean receptáculos continuos de hijos del Sol Naciente. Pero la palma se la lleva un grupo de mujeres de Tokio que, más que aficionadas a la jondura, son «feriantas» con todas las letras. Eso sí, a su manera y con sus quejas. Vamos despacio.

Kyoko Shikaze es una japonesa que vive en Triana desde hace 20 años. Llegó a Sevilla para conocer mejor el flamenco, al que se había subyugado tras ver bailar en Tokio a Antonio Gades. Hoy es una de las mayores expertas en el género del mundo y muy reconocida en su país porque escribe sobre para la revista Paseo, una cabecera con bastante tirón por aquellos lares. Así que, de alguna manera, Kyoko se ha convertido en el referente de todos los japoneses que vienen a Sevilla para aprender esta cultura. Por eso, si un sevillano quiere saber algo sobre los japoneses, esta mujer es la fuente perfecta. Hecha esta aclaración, surge una pregunta: ¿Habrá muchos nipones feriantes? Para Shikaze la respuesta es sencilla. No duda coge su teléfono móvil y consulta sus números. En breves instantes pronuncia un nombre: Mariko Nomura.

Aunque sea difícil de creer, esta mujer ama la feria tanto que, a pesar de la imagen que tenemos de los japoneses con respecto al trabajo, suele coger vacaciones en estas fechas y viajar hasta la sombra de la Giralda. Es profesora de francés y regenta una academia de flamenco en Tokio. Y, según dice, viene al real para coger ideas para su indumentaria y para su baile. No obstante, en su primera visita tuvo una decepción: «Yo creía que sin traje de flamenca no te dejaban entrar, así que en cuanto llegué fui a comprarme uno. Pero me sorprendí al ver que no todo el mundo lo llevaba. Y todavía tengo una duda por resolver: ¿por qué las mujeres se visten de flamenca y los hombres no?».

Otro problema que para Mariko es crucial es el del acceso a las casetas. «Es sorprendente que no te dejen entrar. Muchas veces, cuando quiero tomarme algo, tengo que ir a la zona de las atracciones». Pero la gracia está en que a pesar de sus quejas, Mariko no se pierde una: «Es que me encantan los coches de caballos y la alegría de la gente. Eso no lo he visto en ningún sitio. Es impresionante».

Algo parecido le ocurre a Kimie Kaze, la amiga con la que suele viajar Mariko. Ella no es de Tokio, sino de Gunma, una provincia cercana a la capital. Y el año pasado acabó viéndole la punta al acontecimiento. En su anterior visita había visto tanto colorido en los trajes que decidió tomar ideas para su fábrica de textiles, así que en 2003 viajó con Nomura y con cuatro empleadas más para apuntar todo lo que vieran.

El éxito en su país ha sido rotundo. Pero eso no quita que Kimie tampoco entienda determinados aspectos de esta fiesta: «Es muy molesta porque no hay quien coja un taxi y porque es dificilísimo encontrar alojamiento. A eso hay que sumarle que no se puede entrar en las casetas y, aún así, no hay banquitos por las calles para descansar. Pero también tengo que decir que el colorido es impresionante, allí se siente la verdadera felicidad». Debe ser así, porque la broma les cuesta todos los años un ojito rajado de sus caras.